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Los habitantes de Mutriku entregaban al rey de Castilla la primera ballena que capturaban cada año. En 1200, Alfonso VIII donó esa renta a la orden militar y religiosa de Santiago, y parece que la decisión disgustó a los mutrikuarras: temían convertirse en siervos de unos señores que iban exigiendo cada vez más rentas y privilegios. Así que decidieron constituirse en villa de realengo: esas villas dependían exclusivamente de la jurisdicción del rey, sin obligación de pagar derechos a ningún señor. Para obtener el título debieron afrontar gestiones largas y costosas en la corte, pero tenían suficiente poder económico gracias a la pesca y la caza de la ballena que practicaban desde siglos atrás. Mutriku se convirtió en villa alrededor de 1209. A partir de entonces ya no pagaron rentas y pudieron reinvertir sus beneficios en la mejora de las actividades marítimas: así construyeron el muelle del siglo XIII, el más antiguo de Gipuzkoa.
La cabecera de la iglesia de San Andrés de Astigarribia, con su hermosa ventana de arco de herradura, es la obra cumbre del mozárabe en el País Vasco. El templo lo construyeron entre los siglos X y XI como parroquia de uno de los enclaves más estratégicos de la costa vasca: la aldea de Astigarribia, en la orilla del río Deba muy cerca del mar, poblada ya desde tiempos romanos. El río marcaba el límite occidental del territorio de Ipuscua. Hacia el año 1080, Lope Íñiguez, señor de Bizkaia, donó este paraje al monasterio riojano de San Millán de la Cogolla, incluidos sus “puertos para la pesca”. Desconocemos la ubicación de esos puertos, pero Astigarribia también disponía de un embarcadero fluvial importante: los barcos con quilla podían entrar durante las mareas altas, y desde aquí las gabarras de fondo plano remontaban el río hasta Altzola (Elgoibar). Por eso se convirtió en un nudo de comunicaciones. Hasta bien entrado el siglo XIX, en Astigarribia descargaban el mineral de hierro procedente de Bizkaia, y desde aquí lo distribuían por las ferrerías del valle del Deba y de la cuenca alta del Urola. Entre la iglesia y el río aparecieron los restos de una ferrería de monte (las antiguas que aún no usaban la fuerza del agua para mover maquinaria), con cuatro hornos de reducción de hierro, datados entre finales del siglo X y comienzos del XI.
El actual caserío Torre fue la casa torre desde la que el linaje de los Astigarribia ejercía su poder en este puerto: establecieron una rentería en la que pesaban el mineral y el hierro que circulaban por el río y cobraban impuestos.
Las dos únicas vírgenes románicas de Gipuzkoa se encuentran en la costa, señal de que las poblaciones más pujantes en la época medieval eran las litorales: una es la Virgen del Juncal en Irún y la otra es esta Virgen de Itziar, una talla del siglo XII, venerada como patrona de los marineros. El santuario de Itziar, en lo alto de un promontorio, servía como referencia para los barcos, y en los siglos XI y XII ejercía de cabecera política y espiritual del Valle de Itziar (los valles eran demarcaciones territoriales en las que se dividía la tierra de Ipuscua). La aldea de Itziar ascendió a rango de villa en 1294, con jurisdicción sobre las demás aldeas de su valle.
La parroquia de San Pedro y la Torre de la Presa (Presako Torrea) se levantan en un promontorio que dominaba el antiguo puerto de Zumaia, situado hasta el siglo XIX en la zona de la actual plaza Amaia. Presako Torrea es el único resto visible de las antiguas construcciones de un molino de mareas, cuya presa creaba un embalse en el actual entorno de la plaza Mareaerrota y la calle Ardantzabidea. La presa retenía el agua de las mareas altas y por tanto funcionaba siempre, ajena a las sequías que afectaban a los molinos de los ríos. Era una de las infraestructuras principales de un puerto tan activo como el de Zumaia, que desde la Edad Media participaba en la exportación de hierro a los países del norte de Europa y la importación de cereales. Una señal de su importancia: desde al menos 1203, la poderosa Colegiata de Roncesvalles, situada en el reino de Navarra, era la propietaria de la parroquia y cuatro molinos llamados Dorre (torre), de Zumaia. La aldea de pescadores y marinos ubicada alrededor de este núcleo económico y religioso obtuvo el rango de villa en 1347.
En la iglesia de San Martín encontraron los restos de un mausoleo del siglo VI con tumbas antropomorfas excavadas en la roca: es el vestigio más antiguo de un templo cristiano en Gipuzkoa. En el siglo XI aquí se alzaba la parroquia de los habitantes de Askizu, una aldea que quedaría bajo la jurisdicción de la villa de Getaria. El templo actual es posterior, de estilo gótico rural de los siglos XV y XVI, pero conserva los restos de un ábside del siglo XIII con dos ventanas geminadas: la huella más antigua del gótico en Gipuzkoa.
La actual ermita de San Prudentzio, en la aldea de Askizu, data de los siglos XV y XVI, pero el origen de este enclave religioso es mucho más antiguo. En su interior, los arqueólogos desenterraron un tesoro del siglo XII: cientos de hebillas y placas decorativas de cinturones, de bronce sobredorado, decoradas con motivos heráldicos. Las elaboraron mediante el fundido, el grabado y el esmaltado con pasta vítrea de colores. Estos accesorios, propios de la indumentaria de nobles y caballeros, probablemente fueron depositados como exvotos en el contexto bélico de la Ipuscua de los siglos XI y XII: fue la época de la conquista y la incorporación definitiva al reino de Castilla en el año 1200.
La parroquia de San Salvador y el palacio Zarautz son dos joyas del gótico vasco. En su interior se encuentran restos arquitectónicos y arqueológicos muy anteriores: edificaciones romanas, enterramientos medievales, cimientos de los templos que antecedieron al actual… En el siglo XI, Getaria contaba con un puerto muy dinámico, dedicado a la pesca y sobre todo a la caza de la ballena, una actividad lucrativa que entonces desarrollaban exclusivamente en la costa vasca. Gracias a su poder marítimo, los getariarras consiguieron que el rey de Navarra les concediera el rango de villa a finales del siglo XII con el mismo fuero que San Sebastián, un estatuto que el rey de Castilla confirmó en 1209 cuando se apoderó de estos territorios. Así que Getaria fue la segunda villa fundada en Gipuzkoa.
Es uno de los templos más destacados del gótico rural guipuzcoano, construido entre los siglos XV y XVI. En el subsuelo quedan restos de un templo anterior y de enterramientos asociados, como prueba de que en el siglo XI esta era la parroquia de la aldea de Elkano, perteneciente al Valle de Saiatz. Su territorio incluía el antiguo embarcadero de Azken Portu, en la actual Zarautz. En el documento de 1025 que menciona por primera vez el término Ipuscua, también se nombra esta aldea: doña Gayla de Ipuscua y su esposo García de Azenariz, señores del territorio, donan el monasterio de San Salvador de Olazabal, en Altzo, al poderoso monasterio aragonés de San Juan de la Peña; y entre otros bienes, también incluyen en la donación los manzanares y las vacas que poseían en Elkano.
La parroquia de Santa María la Real y la torre del Campanario se levantan en el corazón de la historia de Zarautz: en su subsuelo quedan restos de construcciones de la Edad del Hierro, la época romana y los tiempos medievales. Así sabemos que en el siglo XI Zarautz era una aldea articulada en torno a esta iglesia de Santa María, dedicada a la pesca y la caza de la ballena. También al transporte y comercio del hierro, que ya se producía desde época romana, y que entre el siglo XI y XIII se trabajaba en varias ferrerías de monte o prehidráulicas (las que aún no usaban la fuerza del agua para mover maquinaria). El concejo de Zarautz, que precisamente tuvo su sede en la torre del Campanario, consiguió que el rey de Castilla le concediera el título de villa en 1237.
La actual ermita de San Sebastián, del siglo XVI, se alza sobre los restos de lo que fue la parroquia de la aldea de Urteta en el siglo XI. Esta aldea era otra de las pequeñas poblaciones que jalonaban la costa de Ipuscua. Cuando se fundó la villa de Zarautz en 1237, quedó bajo su jurisdicción.
La transformación del hierro ha sido una actividad clave en el territorio de la actual Gipuzkoa desde hace milenios. En el siglo IV antes de Cristo, ya funcionaban las ferrerías de monte: hornos bajos con ventilación, excavados en laderas cercanas a las minas de hierro y a los bosques que proporcionaban carbón vegetal y leña. Proliferaron a partir del siglo XI, como muestran los restos arqueológicos de nueve ferrerías de monte halladas en este mismo valle del río Manterola. En el siglo XIII aparecieron las ferrerías hidráulicas, las que utilizaban la fuerza del agua para accionar el mazo que golpeaba el hierro candente y para insuflar el aire que avivaba el fuego, y se extendieron por toda Gipuzkoa: se llegaron a contar doscientas. La exportación marítima de herramientas, aperos y armas de hierro tuvo un gran peso en la economía guipuzcoana. La actual ferrería de Agorregi, del siglo XVIII, fue restaurada hace unos años y permite que los visitantes observen el funcionamiento de su maquinaria accionada por el agua.
Fotografía: Aia Turismoa
La iglesia de San Esteban es un imponente edificio gótico del siglo XVI, núcleo del actual municipio de Aia. Esta era una de las aldeas que en el siglo XI formaban parte del Valle de Saiaz, y aparece mencionada en el documento de 1025 donde se nombra por primera vez el territorio de Ipuscua: doña Gayla de Ipuscua y su esposo García de Azenariz, señores de Ipuscua, donan el monasterio de San Salvador de Olazabal, en Altzo, al poderoso monasterio aragonés de San Juan de la Peña; y entre otros bienes, también incluyen en la donación los manzanares y las vacas que poseen en Aia.
En la cuenca baja del modesto río Santiago, el caserío Portu conserva la fachada gótica de la antigua rentería de Arrazubia. Aquí descargaban el mineral de hierro que venía en barcos desde Bizkaia, lo pesaban y le cobraban impuestos, antes de distribuirlo por las ferrerías cuenca arriba. También cobraban impuestos a los objetos de hierro elaborado que salían de esas mismas factorías hacia el mar. En esta cuenca se han encontrado restos de cinco haizeolak, las ferrerías de monte que alcanzaron su apogeo entre los siglos XI y XIII, hasta que fueron sustituidas por las ferrerías hidráulicas que protagonizaron la potente actividad siderometalúrgica vasca hasta bien entrado el siglo XIX.
El antiguo puerto de Orio quedó soterrado bajo la Herriko Plaza, la plaza del pueblo, que está dominada por un imponente afloramiento rocoso en el que se alza la parroquia de San Nicolás. En ese mismo emplazamiento estuvo el templo primigenio de la aldea de Orio. Y a sus pies se preserva el conjunto de Salatxo: un soportal bajo dos casas del siglo XVI, por el que se accede a la única puerta de la muralla que sigue en pie. Orio aparece mencionada en un documento del año 1141: el rey García IV de Navarra entregó al monasterio de Leire todas sus posesiones en las aldeas de Igeldo y Orio. En la confirmación de esa entrega en 1178, se detallaba el nombre de varios seles (parcelas privadas dentro de tierras comunales) que coinciden con los nombres de caseríos que siguen existiendo hoy en día: Erretzabal, Saria, Aganduru, Munioeta y Lusarbe. La aldea de Orio quedó bajo la jurisdicción de San Sebastián cuando se fundó esta villa alrededor de 1180. Y así siguió tras la conquista castellana, como enclave importante con un administrador que cobraba impuestos reales al hierro que se exportaba desde su puerto, hasta que en 1379 obtuvo el rango de villa.
La bahía de La Concha albergaba el puerto más importante del reino de Navarra en los siglos XI y XII. Una bula papal de 1096 mencionaba la parroquia de San Sebastián en la orilla, en la actual zona de El Antiguo; y en 1101 se confirmó una anterior donación de esta iglesia y sus posesiones al monasterio de Leire. Entre esas posesiones, en el siglo XII se mencionaban varias nasas, grandes estructuras de madera y redes en forma de embudo con las que atrapaban peces en la desembocadura de la regata de Igara, en la playa de Ondarreta. También se mencionaba una pardina, una explotación agropecuaria en la aldea de Itzurun, en la zona de la actual Parte Vieja donostiarra, junto al puerto natural que ofrece la base del monte Urgull. Como muestra de su pujanza, esta población portuaria de Itzurun disponía de dos parroquias: Santa María y San Vicente, presentes hasta nuestros días, mencionadas a finales del siglo XII y probablemente existentes desde varios siglos antes. En el cercano convento de Santa Teresa encontraron enterramientos del siglo X asociados a la parroquia de Santa María, así como vestigios de una población de época romana.
La aldea de Itzurun se convirtió en la cabecera de la villa de San Sebastián, título concedido por el rey navarro Sancho VI el Sabio alrededor de 1180: fue la primera villa guipuzcoana. El documento fundacional era todo un reglamento mercantil que permitió a San Sebastián desarrollarse como potencia marítima, con jurisdicción sobre toda la costa del reino de Navarra, desde la desembocadura del Bidasoa hasta la del Oria. Al poder económico y político se les sumaba el religioso y militar. En el siglo XII se fundó el monasterio de monjas agustinas de San Bartolomé, el más antiguo de Gipuzkoa, y en la cumbre del monte Urgull se levantaba una fortificación, origen del actual castillo de la Mota, que junto con los de Hondarribia y Beloaga defendían la franja litoral de Navarra. A pesar de esas fortificaciones, Castilla se apropió de los castillos, de la villa y de sus territorios en el año 1200.
En el subsuelo de este imponente templo gótico encontraron los cimientos de una iglesia con uno de los pocos ábsides románicos de planta semicircular documentados en Gipuzkoa, probablemente del siglo XII. En esa época, San Esteban era la parroquia de la aldea de Lartaun (actual barrio de Elizalde), cabecera del Valle de Oiartzun. Este territorio destacaba por la producción de hierro: aquí se han encontrado una treintena de ferrerías prehidráulicas, aquellas que abundaban entre los siglos XI y XIII, hasta la aparición de las ferrerías movidas por el agua. Trabajaban el hierro y lo exportaban por el puerto de Pasaia. El Valle de Oiartzun quedó bajo la jurisdicción de la villa de San Sebastián, hasta que se desgajó en 1237.
Tres castillos defendían la franja litoral del reino de Navarra en el siglo XII: el de San Sebastián, el de Hondarribia y este de Beloaga, cuyos restos aún se alzan en la cumbre de Arkale, en Oiartzun. Se trataba de un territorio con mucha pujanza económica y marítima, bajo la jurisdicción de la villa de San Sebastián desde que se fundó alrededor de 1180. Y precisamente por ese valor estratégico, el rey Alfonso VIII de Castilla lo conquistó en el año 1200.
Fotografía: Oiartzungo udala
La del Juncal y la de Itziar son las dos únicas vírgenes románicas de Gipuzkoa, ambas en emplazamientos costeros relevantes. Según la tradición, la Virgen del Juncal se apareció entre los juncos del estuario del Bidasoa, en la zona donde los romanos construyeron el puerto de Oiasso y donde estuvo el puerto de Irun hasta que lo desecaron y urbanizaron en el siglo XIX. En este emplazamiento litoral se veneraba ya en el siglo XII a la Virgen en un templo que luego lo sustituyó, la actual parroquia gótica de Nuestra Señora del Juncal.
En aquella época la aldea de Irun ocupaba un puesto estratégico: a orillas del Bidasoa, en el límite oriental de la costa del reino de Navarra, fronteriza con el ducado de Vasconia-Aquitania, y con una salida al mar tan importante para las actividades pesqueras y comerciales. Cuando se fundó la villa de San Sebastián hacia 1180, quedó bajo su jurisdicción.
La actual ermita de Santa Elena, construida en el siglo XVI, custodia tesoros arqueológicos: una necrópolis de la ciudad romana de Oiasso y los cimientos de una ermita del siglo X consagrada a Santa Elena.
Por su posición estratégica en la bahía de Txingudi, Hondarribia sufrió asedios y combates durante siglos. El actual castillo es una mole a prueba de bomba, construida en el siglo XVI, en cuya fachada se aprecian las huellas que dejaron tantos ataques artilleros. También son visibles los restos de torres y murallas de época medieval. El conjunto se alza en el emplazamiento del castillo que ya en el siglo XII defendía el extremo oriental de la franja costera del reino de Navarra: era un puesto fronterizo con el ducado de Vasconia-Aquitania, y su puerto, en la desembocadura del Bidasoa, bullía con una intensa actividad pesquera y comercial. Destacaba el tráfico de mineral y de hierro elaborado en las ferrerías de monte que los arqueólogos han localizado en la cuenca baja del Bidasoa. La aldea quedó bajo la jurisdicción de San Sebastián cuando esta villa se fundó alrededor 1180, pero en el año 1200, el rey Alfonso VIII de Castilla conquistó Hondarribia con su castillo, al igual que toda la costa del reino de Navarra. Un poco más tarde, en 1203, los vecinos de Hondarribia consiguieron que el rey conquistador les otorgara el rango de villa: es la tercera más antigua de Gipuzkoa.